martes, 14 de abril de 2015

EL ALUMNADO CON DISCAPACIDAD VISUAL Y SU INCORPORACIÓN A LA ESCUELA



Hay que tener muy presente cuáles serán las necesidades del alumnado con discapacidad visual:

Necesidades relacionadas con el conocimiento del medio físico y social.

Cuando el resto visual no les permite acceder a toda la información, puede ser necesario complementarla a través de información verbal o táctil.

Necesidad de acceder a la información

En función de la naturaleza de la discapacidad visual, puede ser necesario:
·         Mejorar la funcionalidad del resto visual mediante estimulación y entrenamiento visual.  Habitualmente  estos  alumnos  y alumnas necesitan “aprender a ver”, es decir, aprender a utilizar su resto visual de la manera más eficaz posible.
·         Utilizar ayudas ópticas y no ópticas adaptadas que mejoren el aprovechamiento del resto visual del alumnado.

Necesidades relacionadas con la identidad y la autonomía personal.

Este alumnado puede tener algunos problemas anteriormente descritos para los alumnos y alumnas con ceguera.

Necesidad de conocer y asumir su situación visual

Esta necesidad se acentúa en los alumnos y alumnas con restos de visión. Estos suelen tener una  mayor  dificultad  para  identificarse  como personas con discapacidad, lo que, en muchos casos, conlleva el rechazo de las ayudas ópticas y de la atención educativa que compensarían las necesidades educativas que presentan.

Incorporación a la escuela


La inclusión de un alumno con déficit visual en un centro educativo puede plantear dudas sobre cómo responder de forma adecuada a sus necesidades educativas.
La escolarización supone para el niño la separación de la madre y de la seguridad que le proporciona. Para la madre y el padre también supone la separación y el tener que confiar a otros el cuidado y la educación del niño. «El proceso de separación es imprescindible para que el niño se haga persona, pero el ritmo debe ser respetuoso con su proceso de maduración» (Lucerga y Gastón, 2004)
Una vez que el niño consigue adquirir una «inteligencia representativa» puede empezar a pensarse en la posibilidad de incorporarse en la escuela. Es decir, el niño deberá haber conseguido un cierto desarrollo motor que le permita caminar solo y la posibilidad de acercarse o alejarse de los demás, una cierta autonomía personal y un desarrollo manipulativo adecuado que le permita reconocer los objetos mediante la exploración táctil. Deberá tener cierta madurez emocional y social, tener alguna experiencia previa de separación y experiencias en el trato con otros niños.
Además, deberá adquirido cierta capacidad para hablar y, por tanto, para realizar una representación del mundo, es decir, poder organizar su pensamiento y expresar deseos.
Por último, es importante que el niño antes de entrar en la escuela haya alcanzado la permanencia de su figura de apego. El niño debe estar seguro de que su madre no va a desaparecer aun cuando no esté presente. Sólo si puede encontrar en los otros adultos la seguridad que su madre le ofrece, podrá seguir desarrollándose como persona.
La incorporación deberá realizarse de forma progresiva. Al principio, puede necesitar a los adultos para hacer de intermediarios entre el niño y los compañeros, para ayudarle a ir identificando a cada niño, aprender a dirigirse a ellos, a pedir ayuda cuando la necesita y a participar en todas las actividades y juegos.
El niño ciego es un niño como los demás, con un potencial intelectual y social que hay que desarrollar. Sólo necesita que adaptemos la información a su forma de percibir el mundo.

Intervención


Debe ser lo más temprana posible. Por eso es importante establecer mecanismos de detección precoz (coordinación con hospitales, maternidades, SS SS…)

Es importante comenzar cuanto antes la intervención con la familia. Cuando la discapacidad visual es congénita o adquirida en la infancia, son los padres quienes ven a necesitar apoyo por la repercusión emocional que este hecho puede producir en ellos. En este proceso de ajuste a la discapacidad de los padres pueden sucederse situaciones que no favorecen el desarrollo del niño como culpa, sobreprotección o rechazo.

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