Necesidades relacionadas con el conocimiento del
medio físico y social.
Cuando el resto visual no les permite acceder a toda la
información, puede ser necesario complementarla a través de información verbal
o táctil.
Necesidad de acceder a la información
En función de la naturaleza de la discapacidad visual, puede
ser necesario:
·
Mejorar la funcionalidad del resto visual
mediante estimulación y entrenamiento visual.
Habitualmente estos alumnos
y alumnas necesitan “aprender a ver”, es decir, aprender a utilizar su
resto visual de la manera más eficaz posible.
·
Utilizar ayudas ópticas y no ópticas adaptadas
que mejoren el aprovechamiento del resto visual del alumnado.
Necesidades relacionadas con la identidad y la
autonomía personal.
Este alumnado puede tener algunos problemas anteriormente
descritos para los alumnos y alumnas con ceguera.
Necesidad de conocer y asumir su situación visual
Esta necesidad se acentúa en los alumnos y alumnas con
restos de visión. Estos suelen tener una
mayor dificultad para
identificarse como personas con
discapacidad, lo que, en muchos casos, conlleva el rechazo de las ayudas
ópticas y de la atención educativa que compensarían las necesidades educativas
que presentan.
Incorporación a la escuela
La inclusión de un alumno con déficit visual en un centro
educativo puede plantear dudas sobre cómo responder de forma adecuada a sus
necesidades educativas.
La escolarización supone para el niño la separación de la
madre y de la seguridad que le proporciona. Para la madre y el padre también
supone la separación y el tener que confiar a otros el cuidado y la educación
del niño. «El proceso de separación es imprescindible para que el niño se haga
persona, pero el ritmo debe ser respetuoso con su proceso de maduración»
(Lucerga y Gastón, 2004)
Una vez que el niño consigue adquirir una «inteligencia
representativa» puede empezar a pensarse en la posibilidad de incorporarse en
la escuela. Es decir, el niño deberá haber conseguido un cierto desarrollo
motor que le permita caminar solo y la posibilidad de acercarse o alejarse de
los demás, una cierta autonomía personal y un desarrollo manipulativo adecuado
que le permita reconocer los objetos mediante la exploración táctil. Deberá
tener cierta madurez emocional y social, tener alguna experiencia previa de
separación y experiencias en el trato con otros niños.
Además, deberá adquirido cierta capacidad para hablar y, por
tanto, para realizar una representación del mundo, es decir, poder organizar su
pensamiento y expresar deseos.
Por último, es importante que el niño antes de entrar en la
escuela haya alcanzado la permanencia de su figura de apego. El niño debe estar
seguro de que su madre no va a desaparecer aun cuando no esté presente. Sólo si
puede encontrar en los otros adultos la seguridad que su madre le ofrece, podrá
seguir desarrollándose como persona.
La incorporación deberá realizarse de forma progresiva. Al
principio, puede necesitar a los adultos para hacer de intermediarios entre el
niño y los compañeros, para ayudarle a ir identificando a cada niño, aprender a
dirigirse a ellos, a pedir ayuda cuando la necesita y a participar en todas las
actividades y juegos.
El niño ciego es un niño como los demás, con un potencial
intelectual y social que hay que desarrollar. Sólo necesita que adaptemos la
información a su forma de percibir el mundo.
Intervención
Debe ser lo más temprana posible. Por eso es importante
establecer mecanismos de detección precoz (coordinación con hospitales,
maternidades, SS SS…)
Es importante comenzar cuanto antes la intervención con la
familia. Cuando la discapacidad visual es congénita o adquirida en la infancia,
son los padres quienes ven a necesitar apoyo por la repercusión emocional que
este hecho puede producir en ellos. En este proceso de ajuste a la discapacidad
de los padres pueden sucederse situaciones que no favorecen el desarrollo del niño
como culpa, sobreprotección o rechazo.
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